Perder la presidencia de la república con solo el 16.41% —9.28 millones— de votos; tener solamente 13 senadores y 45 diputados para el siguiente congreso; gobernar solamente en 12 estados, de 32; solamente tendrán mayoría en dos congresos locales —Coahulia y Campeche—; y una pérdida considerable de alcaldías —Atlacomulco, Toluca y Ecatepec, ganados por Morena; con una sola alcaldía en la CDMX (Cuajimalpa)—; 7.1 millones de votos para senadores y 6.8 millones de votos para diputados, el PRI tiene 6.3 millones de afiliados.

 «Mexicanos, el PRI ha muerto». Haciendo alusión al mensaje de Carlos Arias Navarro con el fallecimiento de Francisco Franco y la caída del Franquismo; el partido hegemónico ha caído. El PRI fue derrotado en las urnas, a un punto en que sólo sus militantes y algunos más salvaron al partido de perder el registro. Ya no tiene poder; no tiene identidad, y no tiene ideología. Con cinco dirigentes nacionales en los últimos dos años y todo lo perdido en esta elección, el PRI necesita renovarse o morir.

Históricamente, el PRI abarcó todas las ideologías; desde el socialismo con Lázaro Cárdenas hasta el neoliberalismo con Carlos Salinas de Gortari, pasando por ideologías dictatoriales con Gustavo Díaz Ordaz e ideas democráticas con Ernesto Zedillo; pero todo concebido desde el poder. Ahora, todo eso queda en el recuerdo, nada de eso le sirve al PRI para refundarse. Necesita en tres años definir una ideología, crear una nueva identidad; pero sobre todo, un nuevo líder… de ser necesario, un «niño prodigio».

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Campaña de Sebastian Kurz para Canciller de Austria por el ÖVP; al fondo, Heinz-Christian Strache, del ultraconservador FPÖ

El año pasado se celebraron elecciones en Austria para elegir al próximo canciller —su presidente— y la noticia dio sorpresa en Europa. Sebastian Kurz, el exministro de Asuntos Exteriores y con sólo 31 años de edad se convertía en el jefe de estado más joven de la Unión Europea. Inconclusa su carrera de Derecho, transformó al muy tradicionalista Partido Popular Austriaco (ÖVP) —con buena mercadotecnia— para regresar al poder y evitar la victoria del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), fundado por ex-nazis y que actualmente es tercer fuerza política en el parlamento austriaco.

Siendo de tendencia conservadora al limitar el ingreso de inmigrantes en Austria, pero conservando la libertad económica europea; logró que su partido gobernase de nuevo, algo que desde el 2002 no sucedía. Si bien, fue más un cambio mercadológico —convertirse en turquesas y apodarse como un movimiento— sin la ayuda de un nuevo líder moral emanado de sus filas —Kurz se afilió en 2009— no hubiese logrado la transformación de uno de los partidos políticos más tradicionalistas de Europa.

Con Enrique Peña Nieto se dio ese impulso durante la elección de 2012; alguien emanado de sus filas, con cierta popularidad, y con una idea colectiva del «Nuevo PRI», durante los años siguientes terminó todo eso en la basura con los actos de corrupción y violencia de esa «nueva» corriente priista y con un desprecio generalizado que terminó en un resultado devastador para el partido que hace treinta años —y en una polémica elección— tenía hasta el 50.36% de los votos, 60 senadores, 262 diputados y donde gobernaba los 31 estados de la república.

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La reunión en Palacio Nacional; el actual presidente Enrique Peña Nieto y el virtual presidente electo Andrés Manuel López Obrador

«El miedo no era que AMLO ganara, sino que el PRI volviese a ganar» y por eso, el candidato de Morena terminó con un resultado tan contundente —53.19 %, más de 30 millones de votos— que en las dos semanas después de la elección, ya comenzó su gobierno de facto. Aún sín la constancia de mayoría, el tabasqueño empezó su presidencia el 3 de julio con la reunión del aún presidente en Palacio Nacional en un «A’i te encargo el changarro Kike, en lo que llego. Mientras voy planeando todo pa’l ‘bisnes’».

Todos sabíamos de la enorme catástrofe que se acercaba en el PRI; con cualquier candidato al que hubiesen asignado; sin embargo, bajo la premisa de «Candidato Ciudadano» con José Antonio Meade no funcionó —aún trayendo al publicista Carlos Alazraki—y terminó siendo el peor resultado de su historia. Ya renunció Enrique Ochoa Reza, ya renunció René Juárez, hoy entra Claudia Ruíz Massieu como dirigente interina del partido.

El próximo año solamente Baja California eligirá gobernador, lo más probable es que las gane el PAN —que también está golpeado por la elección. No tienen seis años para reflexionar, tienen tres. Recibirán menos recursos, por ende se irán militantes a otros partidos; el voto duro ya no existe para ellos. Si no logran renovarse, en seis años sí podrían perder el registro y cumplirán el dicho de «No hay mal que dure 100 años» al ser en 2028 su centenario.

Podrán cambiar de nombre, podrán definir una ideología, podrán hasta cambiar su reputación si gobiernan mejor; pero necesitan un nuevo líder moral, uno emanado de sus filas, uno que no represente al viejo priismo tradicional, uno que no recuerde a Carlos Salinas de Gortari, que no recuerde a Enrique Peña Nieto, ni a Javier Duarte, ni cualquier exgobernador acusado de corrupción. Pero la mayor clave, que Andrés Manuel sea recordado, con alusión de su discurso, como un «mal presidente».

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