Los medios han reportado las protestas masivas en Francia por los chalecos amarillos tras el aumento de los combustibles. Después de haber doblegado al presidente francés, Emmanuel Macron, en que la oposición buscó una ―fallida― moción de censura al primer ministro Édouard Phillip orquestado por Jean-Luc Mélenchon y Marine Le Pen como sus principales opositores de extrema izquierda y derecha, y la exigencia de los manifestantes franceses en mejorar el poder adquisitivo en que consideran las medidas de Macron “insuficientes” está mandando una señal que no puede ser desapercibida por nosotros.

La división de clases sociales nunca había sido tan conflictiva; que si bien, existieron con la Revolución francesa o la Revolución rusa, nunca llegó a escalas globales como lo tenemos presente. El Occupy Wall Street de Estados Unidos en 2011, las protestas en Grecia por su crisis económica, las constantes manifestaciones contra las reuniones del G20 y Davos, y la elección de gobiernos populistas ―sin importar ideología― en países como Hungría, Estados Unidos, Venezuela, Brasil, y ahora México, muestran las semillas de un rechazo generalizado a las prácticas del poder, pero también un rechazo categórico a la globalización y el neoliberalismo.

Es pronto para describir el fin del neoliberalismo, del capitalismo tardío en que acuñan los memes en redes sociales. Sin embargo, las señales muestran a una sociedad más consciente y reaccionaria ante la idiosincrasia del poder. Algunos especialistas consideran las protestas de los chalecos amarillos como La Revolución Francesa del 2018, pues ya se está replicando en su país vecino, Bélgica; además que los turistas que han visitado París en las últimas semanas muestran simpatía por la “defensa de sus derechos”.

Algo paradójico en redes sociales en que se vive una guerra fría cibernética, donde los simpatizantes de la extrema izquierda y derecha se descalifican mutuamente por defender o criticar posturas como el feminismo, el aborto, la migración, el consumo de drogas y las políticas sociales; pero ambos tienen el mismo objetivo común, el desprecio al modelo político y económico actual que han reiterado colectivamente “no nos representa”.

El próximo año veremos aconteceres que marcarán posiblemente esa consolidación de la caída neoliberal: El Brexit consumado, la llegada de Jair Bolsonaro al poder en Brasil, las acciones del Andrés Manuel López Obrador, la consolidación de la ultraderecha en Europa como Italia y Austria y el crecimiento de VOX en España, así como la guerra comercial entre China y Estados Unidos y el posible cambio geopolítico por las elecciones presidenciales en Argentina, Uruguay, Panamá y Guatemala en que se define la hegemonía rusa y estadunidense.

Algunos economistas prevén que este comportamiento actual de los mercados ocasione una nueva recesión económica global en los próximos años. El neoliberalismo no soportará una recesión más con todos estos factores, aunque no existe otro modelo económico global a diferencia del pasado en que existió previamente un colonialismo y un keynesianismo. Las únicas certezas globales existentes son “ya no más neoliberalismo, ya no más libre mercado, ya no más corrupción y cúpulas de poder, más igualdad y buscar el bienestar para todos”. Sabemos qué pasará, pero no el final.

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