Parafraseando el microrelato de «El Dinosaurio» del escritor guatemalteco Augusto Monterroso, siendo uno de los cuentos más cortos que existen en el idioma español —incluso dentro de la canción «Todavía (Piensa Que Podría Ser Peor)« del rapero chilango Tino El Pingüino—, comienzo a ver el cierre de las campañas presidenciales. Estamos a una semana de decidir quién será el presidente de México; junto nueve gobernadores; miles de alcaldes y definir a los representantes de la Cámara de Diputados y Cámara de Senadores; junto con congresos locales.
Yendo a comprar a la tienda de abarrotes; antes de mí estaban unos mecánicos comprando refrescos y botanas, uno de ellos empieza a hablar con ellos: «Si no gana AMLO, se va a hacer un desmadre. Pero si gana igual habrá un desmadre por los cambios que hará»; así como el relato de Monterroso, un mecánico definió en una frase lo que será esta elección. Que sin importar quién gane, el problema todavía estará ahí. Algo que ni los mejores columnistas nacionales pueden sintetizar, ni siquiera su querido servidor.
No me preocupa ahora quién gane, me preocupa ahora qué será después. Ese lunes 2 de julio; con todos los que irán a trabajar ese día, con los niños que aún deben ir a la escuela —quienes tienen calendarios de 195 y 200 días—, con los jóvenes y los adultos mayores que se quedarán en casa ese día por vacaciones o por jubilación; quien gane, el problema de división social seguirá ahí. Los que votaron por el que —según el diario español El País— tiene actualmente el 95% de probabilidades de ganar el próximo domingo y los que votaron por el segundo, tercer o cuarto lugar.
«Imaginemonos cosas chingonas» Diría el seleccionado nacional Javier Hernández en entrevista con David Faitelson. Que después de la elección; dejara de haber más de 27 mil homicidios y feminicidios como el pasado año, sin importar oficio, sexo, raza y edad; que mejoremos en los rankings internacionales de corrupción, libertad de prensa y de Derechos Humanos. Que disminuyera la pobreza y la desigualdad, que los salarios subieran y las jornadas laborales bajaran; con cobertura total de salud y educación de calidad. Con libertades económicas y sociales. Que todos aceptaran el resultado de la elección. Que México ganase el Mundial de Rusia 2018 como dice el Chicharito en esa entrevista. A veces quisiera tener el optimismo del jugador del West Ham; pero no la tengo.
Después de la elección —en caso de que se cumpla el pronóstico— veré cómo la CNTE toma las calles por la derrogación de la Reforma Educativa; cómo la gasolina regresará a costar $12 pesos el litro; cómo se suspenderán las obras del nuevo aeropuerto por revisión de contratos; cómo los estudiantes de todas las universidades públicas protestarán por la falta de espacio en las aulas al permitir que todos los jóvenes entrarán a la universidad por decreto; en cómo inversionistas y economistas neoliberales de Wall Street y la BMV, y de las calificadoras disminuyendo los prospectos de crecimiento económico y con el miedo de fuga de capitales.
Pero en caso de no cumplirse el pronóstico; veré como los simpatizantes del puntero toman las calles —yendo a la sede del PRI o del PAN, incluso del INE— a manifestar fraude electoral, gente inconforme haciendo pintas en Reforma y enfrentándose con granaderos en Bellas Artes como pasaron en octubre y noviembre de 2014 con el Caso Ayotzinapa; hasta el grado de un toque de queda social por histeria colectiva. En cómo líderes de opinión se descalifican unos a otros —chayoteros, adoctrinados, entre otros insultos— por rencores personales. Empresarios, jefes de estado y ONGs felicitando al nuevo mandatario bajo la acusación de los protestantes por «Felicitar al que protegerá sus intereses neoliberales por otro sexenio».
Los problemas seguirán ahí. Gane quien gane —y haiga sido como haiga sido— le tocarán, además de la imperante corrupción y el crecimiento de la violencia en todos los sectores, decidir sobre legalizar el matrimonio y adopción de quienes se identifican con el movimiento LGBTTTI; una inminente presión social de legalizar el aborto, de forma segura y gratuita, a nivel nacional; el intenso debate congresal sobre la legalización de la mariguana y la despenalización de las drogas. Pero sobre todo, defender el libre comercio ante el proteccionismo del actual presidente de Estados Unidos; garantizar el aumento salarial a niveles recomendados por la OCDE; y reducir ese 43.6% de mexicanos en condiciones de pobreza —53.4 millones de personas según el último estudio de Coneval.
Siempre en Domingo, como el programa de Raúl Velasco; la gente, antes y después, de una elección termina enfrentándose ideológicamente. Quienes se consideran chairos y derechairos, los que simpatizan con AMLO, con Meade o con Anaya. Hasta en las calles agreden a quienes se fundamentalizan y llegan al grado de parecer irracionales. Quienes dudan de su voto recurren a otros porque «¿A quién irle?» permea en la cabeza ante candidaturas mediocres. El rapero indochino Rich Brian, en su canción «Trespass» sale entre líneas «Actuando como un hooligan; te juro, creo que estoy perdiendo amigos […] No soy Google, no doy ninguna respuesta, tengo el firewall. Siguen preguntándome sobre algunas cosas que ya saben». Así he sentido esta elección.
«Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Analizar completamente este cuento llevaría toda una clase de facultad; incluso otros autores ya hicieron ese trabajo; pero lo cautivante del texto de Monterroso es la completa libertad de interpretación del individuo. El dejar a la imaginación toda la narrativa de este cuento. Con esta elección siento lo mismo; cambiar «dinosaurio» con «problema» sucede una libre interpretación. Uno imaginó tal problema o alguien más imaginó un grupo problemas en conjunto. Nadie sabe qué pasará de este lunes en ocho. Solo sabemos que el problema seguirá ahí, sea cual sea ese problema, solo despertaremos ese lunes con cruda y lo veremos ahí por cualquier lado.