Durante muchos años se creyó la existencia de un lugar en zona del Pacífico australiano, una isla llamada Sandy la cual tenía un tamaño pequeño pero que permitía tener un mayor control de mar territorial, el mito duró siglos, hasta que en 2012 una expedición confirmó que nunca hubo terreno en esa zona del planeta, sin embargo, el mito fue refrendado durante años por diversos exploradores, científicos y hasta el mismo Google Earth, todos se habían dejado llevar por la idea producto de un error humano o una invención.

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La supuesta Isla Sandy. FOTO: 20 Minutos.es

El caso de esta falsa isla nos lleva a un tema que cada vez parece ser más común en el mundo, especialmente en las redes sociales o en otros sectores de la vida diaria: inventarse realidades diferentes a la verdadera, alterar la realidad para tratar de satisfacer necesidades, ya sean personales, grupales o de la misma sociedad. Una vida virtual totalmente diferente a la realidad.

No es raro leer o escuchar información sobre personas que engañaron a otras haciéndoles creer que lograrían cambiar su vida acercándose más a ellos; gente que viaja a ciudades lejanas creyendo encontrar a un amor que no existe; supuestos emprendedores que ofrecen franquicias o productos para ahorrar y que finalmente no funcionan; o relatos políticos que hablan sobre maravillas que nunca han existido más que en la mente de sus creadores.

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Escribiendo tu guión de vida.

Inventarse la realidad o falsear tu propia vida son herramientas que cada vez se han vuelto más relevantes en la construcción de discursos, desde el momento de presentarse ante un grupo de determinado nivel económico o cultural hasta en la fase determinante de una campaña electoral, claro está, no es lo mismo decir que has visitado Europa 15 veces ante un grupo que prometer una amnistía general, pero al final de cuentas son dos situaciones que se asemejan: vendes algo que no eres o no puedes hacer tan fácilmente.

La publicidad, la tecnología, los productos culturales o el propio pensamiento general nos han enseñado que puede estar bien el tener esa doble cara, ojo, yo no creo que sea malo, si nos ponemos radicales se puede creer que el usar un avatar de caricatura o de serie de televisión es manipular la realidad, pero yo creo que hay que tener poco criterio para pensar que quien escribe es Gregory House, Homero Simpson, Piper Chapman o Hannah Horvath, pero, en este mundo todo es posible.

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Escribiendo una vida falsa. FOTO: YouTube

Mucha gente ha adoptado una «vida falsa» por motivos de seguridad, ya sea porque creen que comparten información que puede hacer caer gobiernos (suenan risas enlatadas), quizá consideran que si los reconocen los pueden secuestrar o simplemente no hay la suficiente autoestima para mostrar al mundo quien se esconde detrás de una imagen, claro está, a fin de cuentas no es díficil que se descubra a la persona, como ya se ha visto en muchas ocasiones, la seguridad en las redes sociales es solamente una pantalla.

Entre más han avanzado las relaciones sociales y los contactos entre personas de diversos lugares del mundo ha sido más sencillo construir realidades alternas a la verdad, desde el uso de un filtro de Instagram hasta la creación de una vida totalmente distinta, no se, me viene a la mente varios cortometrajes en los cuales los protagonistas presumen que todo en su vida es felicidad y gloria, cuando en realidad han sido despedidos del trabajo, han tenido un rompimiento sentimental o están a punto de lanzarse desde un edificio.

En Facebook o en Instagram, es en donde muchas veces el relato de felicidad y alegría es una clara explicación de lo que significa ser falso, en ocasiones esto se ve impulsado por la propia necesidad de quienes utilizan estas redes sociales, por ejemplo, un estudio de la Brunel University de Londres reveló que el mayor número de publicaciones en Facebook significa poca autoestima y narcisismo; algo que igual sucede en Instagram, pero pensando más en mostrar la vida.

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Aquí tó es felicidá y gloria. FOTO: YouTube

En efecto, muchas de esas vidas falsas solo son conocidas por quienes las publican, pero en ocasiones ese tipo de situaciones se magnifican, crecen hasta tal punto que pueden convertirse en parte de una creencia popular, al final de cuentas, las redes están creando cada vez más Islas Sandy, es decir, ideas que son falsas o inexistentes, pero que pasan a formar parte del discurso aceptado por la gran mayoría de los usuarios, esto, amigas y amigos es parte de la ya choteada y mil veces usada palabra del ciclo 2016-2017: posverdad.

Y, ¿qué es la posverdad?

«Relativo o denotando circunstancias en las que hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que la apelación a la emoción y a la creencia personal»

En efecto, las redes sociales son el epítome de la posverdad, muchas veces creamos el contenido pensando más en su efecto como discurso que en mostrar lo que en verdad se cree o se siente, el propio miedo al rechazo o la simple flojera a iniciar un enfrentamiento han sido claves a la hora de seleccionar los mensajes que son emitidos, el canal y la forma.

Así se crean las Islas Sandy, así se generaliza un discurso que en realidad no existe, así puedes engañar al mismo Google, todo depende de la forma en que se crea y se difunde el contenido.

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